Así pensaba cuando ni siquiera me veía capaz de terminar un diez mil con garantías.
Uno de esos sueños que percibes casi como imposibles. Imposible por poder correr un maratón e imposible porque este fuera precisamente el de Nueva York.
Con 40 años no había corrido más allá de cien metros seguidos pero el día que me puse unas zapatillas e hice el primer kilómetro por el kilometrín de Gijón supe que iba a ser difícil que algo me alejara de esa sensación de libertad y superación que se consigue corriendo.
Correr me salvo de la ansiedad, el estrés y la depresión pero no solo supuso eliminar aspectos negativos. Correr puso en mi camino personas y causas que dieron un nuevo sentido a todo lo que había sido hasta ese momento.
Y una de esas personas, la más especial, fue Fernando.
La razón fundamental de correr con el Dorsal 32 es hacer visible la enfermedad rara o huérfana, como a él le gustaba llamarla, de la ELA, pero hay un motivo personal que también es igual o incluso más fuerte.
Correr con el Dorsal 32 es pensar a cada zancada que doy que tengo la suerte infinita de estar bien, de poder respirar, sonreír y vivir sin el peso de ninguna enfermedad. Es recordar que hay muchas personas que no pueden decir lo mismo y aún así son capaces de respirar, sonreír y vivir y además superarse cada día.
Por eso soy muy consciente de que no tengo excusas para quejarme, para dejarme ganar por la desgana o las malas sensaciones. Y también por eso nuestro lema es siempre "la vida con una sonrisa".
Cuando el año pasado pude terminar mi primer maratón, le prometí a Fernando traerle la medalla del de Nueva York. Más grande, más bonita, más especial, infinitamente diferente...
Cuando recogí esa medalla en Central Park con la emoción inmensa de haber terminado la carrera más intensa de mi vida, no solo cumplí aquel viejo sueño que tan imposible parecía, ahora eso ya era lo de menos, recogí esa medalla para ti Fer dondequiera que estés. Porque esos 42 kilómetros y 195 metros y todos los entrenamientos previos, con sus momentos buenos y con sus dudas y sus miedos, los recorrí con todo lo que aprendí de ti sobre la vida, la fuerza, el amor, las ganas de seguir... y la forma de mantener siempre la sonrisa.
Porque, como dice Alberto Barrantes, que como auténtico Caballero Jedi siempre me acompaña a las metas más difíciles, la sonrisa funciona de afuera hacia adentro y a la inversa.
Gracias por tanto Fer. Siempre mis kilómetros serán con mis piernas y tu corazón.
Este maratón, el de Nueva York por fin, también es para ti.
Uno de esos sueños que percibes casi como imposibles. Imposible por poder correr un maratón e imposible porque este fuera precisamente el de Nueva York.
Con 40 años no había corrido más allá de cien metros seguidos pero el día que me puse unas zapatillas e hice el primer kilómetro por el kilometrín de Gijón supe que iba a ser difícil que algo me alejara de esa sensación de libertad y superación que se consigue corriendo.
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Y una de esas personas, la más especial, fue Fernando.
La razón fundamental de correr con el Dorsal 32 es hacer visible la enfermedad rara o huérfana, como a él le gustaba llamarla, de la ELA, pero hay un motivo personal que también es igual o incluso más fuerte.
Correr con el Dorsal 32 es pensar a cada zancada que doy que tengo la suerte infinita de estar bien, de poder respirar, sonreír y vivir sin el peso de ninguna enfermedad. Es recordar que hay muchas personas que no pueden decir lo mismo y aún así son capaces de respirar, sonreír y vivir y además superarse cada día.
Por eso soy muy consciente de que no tengo excusas para quejarme, para dejarme ganar por la desgana o las malas sensaciones. Y también por eso nuestro lema es siempre "la vida con una sonrisa".
Cuando el año pasado pude terminar mi primer maratón, le prometí a Fernando traerle la medalla del de Nueva York. Más grande, más bonita, más especial, infinitamente diferente...
Cuando recogí esa medalla en Central Park con la emoción inmensa de haber terminado la carrera más intensa de mi vida, no solo cumplí aquel viejo sueño que tan imposible parecía, ahora eso ya era lo de menos, recogí esa medalla para ti Fer dondequiera que estés. Porque esos 42 kilómetros y 195 metros y todos los entrenamientos previos, con sus momentos buenos y con sus dudas y sus miedos, los recorrí con todo lo que aprendí de ti sobre la vida, la fuerza, el amor, las ganas de seguir... y la forma de mantener siempre la sonrisa.
Porque, como dice Alberto Barrantes, que como auténtico Caballero Jedi siempre me acompaña a las metas más difíciles, la sonrisa funciona de afuera hacia adentro y a la inversa.
Gracias por tanto Fer. Siempre mis kilómetros serán con mis piernas y tu corazón.
Este maratón, el de Nueva York por fin, también es para ti.
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